martes, 16 de agosto de 2011

El verdadero sentido de la revolución selenita





Heinlein, Robert A. (1966)

La Luna es una cruel amante (The Moon is a Harsh Mistress)

Traducción de Manuel Mata.

La factoría de ideas, Madrid, 2003.


¿Esta novela obtuvo el premio Hugo en 1967? Me cuesta entenderlo; no encuentro argumentos que justifiquen el galardón que obtuvo Robert A. Heinlein por La Luna es una cruel amante. Para mi gusto, su lectura ha sido una decepción por varios factores como la reescritura de la revolución americana o los personajes planos, pero especialmente los fallos de la edición española.


Desde luego, lo más enervante ha sido la edición, llena de erratas, oraciones agramaticales (“a la residencia del el Alcaide, 23), dequeísmo (“advertimos de que nuestras bombas”, 298), cacofonías, falta de coherencia (“Manuel -dijo el Profe-, como bien ha señalado el Profe”, 263), estructuras oraciones extrañas en español... cuestiones éstas que no sólo dificultan la lectura, sino que provocan la pérdida del contenido original. Con estos elementos se hace más difícil disfrutar la obra, o calificarla de buenas maneras. Hacía tiempo que no encontraba una edición y una traducción tan pésima.


Ahora bien, a ello le sumo el disgusto que me ha supuesto la enorme cantidad de guiños a la revolución de independencia americana (la revuelta del té, el trío dirigente, el triunfo celebrado el 4 de julio...), porque La Luna es una cruel amante relata la incubación, desarrollo y éxito de la independencia de nuestro satélite, colonizado por expresidiarios, detalle éste que trae a la memoria el uso que el imperio británico tenía con Australia.

Probablemente la presencia de tanto americanismo se debe al peso que la política adquiere en la obra, tanto que muchas veces se asemeja a un panfleto libertario revolucionario, en especial, a través de las ideas anarquistas del Profesor Bernardo de la Paz. Aunque también hay que advertir que tanta reminiscencia al sentimiento patriótico estadounidense entra en contradicción con la abundancia de términos soviéticos que remite a la revuelta bolchevique: da, nyet, gospazha (el término de 'señora' en ruso es 'gospozha', otra errata de la novela), gospodin, tovarisch, tovarischee, bolshoyeh spasebaw (en realidad 'Bolshoye spasibo!', es decir, '¡muchas gracias!'), el periódico Lunaya Pravda... A esto se añaden creaciones propias del autor, como el curioso lema selenita ¡NEEAG! -¡no existe almuerzo gratis!-, que viene a indicar que todo triunfo conlleva un precio, que nada es altruista en la Luna, puesto que “cualquier cosa gratis cuesta el doble a la larga o termina por carecer de valor” (148). ¡Menudo mejunje!


La característica principal que determina este libro reside en la relevancia que se le oto

rga a la política, tanta que en considerables ocasiones se asemeja a un panfleto libertario revolucionario, pues muchos diálogos reflejan discusiones sobre modelos de gobierno, donde cobran protagonismo especial las ideas anarquistas del Profesor Bernardo de la Paz. A este respecto observa Sergio Mars en su blog cómo las ideas del propio autor se filtran en la novela:


“Tenemos todas sus señas de identidad: defensa a ultranza de liberalismo libertario (preponderancia de la libertad individual sobre cualquier tipo de gobierno estatal), sociedad de frontera, ruptura de las convenciones sexuales, triunvirato protagonista (chico-heinlein, Manuel Garccía O'kelly, chica-heinlein, Wyoming Knott, viejo-heinlein, Profesor Bernardo de la Paz) y, por supuesto, personajes tan, tan listos y capaces que se salen con la suya sin sufrir demasiados percances” (http://rescepto.wordpress.com/2009/10/15/la-luna-es- una-cruel-amante/).

Efectivamente, este ambiente lo desarrolla Heinlein en una sociedad de frontera, regida por una anarquía donde no existe el estado de bienestar, ni policía, ni tampoco un sistema judicial. Esta situación le permitió al autor especular con modelos familiares diferentes, como la poliandria, o incluso más curiosas, como la adoptada por la familia Davis (la de Mannie), que es un matrimonio lineal, un modelo poligámico en el cual se van adoptando nuevos cónyuges manteniendo un equilibrio de hombres y mujeres y una edad media, y donde la voz cantante la lleva la mujer de mayor edad.


Por otra parte, en La Luna es una cruel amante está la especulación del ordenador, Mike (abreviatura de Mycroft Holmes, el hermano listo de Sherlock Holmes), el cognum puro, una inteligencia artificial que ha tomado autoconsciencia y ayuda en la revolución selenita. A lo largo de la novela va creciendo y aprendiendo de las relaciones humanas, pero se trata de un niño que considera todo como un juego, incluida la revolución o el lanzamiento de rocas a la tierra durante el conflicto entre nuestro planeta y nuestro satélite, cerca del final de la novela.


Dado que esta obra se escribió en los años sesenta, la especulación sobre este ordenador pensante me parece un buen ejercicio especulativo por parte de Heinlein, aunque se aprecia que al final, tras la revolución, este personaje sobra y debe ser silenciado. Este detalle se debe también a la justificación de la historia: Mannie escribe su visión sobre la independencia selenita para desacreditar las versiones de los historiadores puesto que sólo él, Wyoh y el Profe conocían la existencia de Mike.


Sin embargo, Heinlein expone una “supuesta” ideología abierta, pero eso no sucede en el fondo. El caso más grave se da con los personajes femeninos, en especial con Wyoh. Una mujer independiente, autónoma y revolucionaria, lo cual no es óbice para que ostente un gran atractivo físico, sonría ante los piropos de los hombres y pase a un segundo plano en la historia y en la lucha por debajo del protagonista, Mannie.


Heinlein parece que pretendió desarrollar en la Luna un modelo familiar matriarcal, que justifica por la ausencia de mujeres en ese mundo colonial, pero muchas veces la libertad de las mujeres viene únicamente otorgada en una libertad de elección sexual, mientras que los principales cargos de la sociedad están ostentados todos por hombres, incluso en el nuevo gobierno que se forma en la Luna.


Esto me lleva a una de las afirmaciones que se suele hacer sobre Heinlein, su contrariedad ideológica mostrada en diferentes novelas, desde el sistema militar autoritario que aparece en Brigadas del espacio (Starship Troopers, 1959), hasta la postura revolucionaria izquierdista mostrada en esta novela, la cual de por sí tampoco se libra de múltiples contradicciones internas.

Esta variedad de registros y de mundos ficcionales de Heinlein no se debe, desde mi punto de vista a posibles ideologías del autor, sino a su naturaleza como escritor. Heinlein escribía como una forma de ganarse la vida. Escribía bien, era muy ingenioso y propuso muchos nuevos temas y perspectivas para al ciencia ficción, pero sus novelas parecen esquemas, llenas de arquetipos y elementos que siguen una fórmula. Es decir, desde mi punto de vista, Heinlein concebía la literatura como un medio, no como un fin en sí misma. En este sentido, La Luna es una cruel amante novela es otra prueba que corrobora mi opinión.



3 comentarios:

Anónimo dijo...

ee

Anónimo dijo...

ee

Anónimo dijo...

Leí la versión antigua editada por Acervo, y en general no me pareció una mala novela.
Hay que tener claro que Heinlein es un liberal con unas ideas muy de derechas y eso queda patente en muchas de sus novelas sino en todas, y esta no iba a ser menos.
A mí me resultó pesada la parte de estructura y creación política de la revolución, lo de las triadas y eso.
Si que me decepcionó por ser una novela famosa de la que esperaba mucho, y se me quedó corta en muchos aspectos.